lunes, 28 de septiembre de 2009

Diana en un golpe de euforia se avalanzó sobre su amiga y sujetándola de las manos hacia atrás para que no pudiera moverse, la besaba y se movía de atrás hacia delante una y otra vez, haciendo que las dos entraran en un juego delirante. Fueron cambiando de posturas, contándose los lunares, metiendo y sacando dedos por todos lados...
Ya había pasado la tormenta pero aún seguían tan excitadas que no podían parar. Las dos metieron la cabeza en la entrepierna de la otra, propinando largos y lentos lametones, ayudándose de los dedos para llegar mejor al clítoris.
Sus orgasmos eran tan intensos que sus cuerpos temblaban al ritmo del sonido de las goteras de la casa.
El contraste de temperaturas hizo que los cristales acabaran empañados, la habitación entera olía a lujuria y ellas encontraron un pasatiempo perfecto para todos los fines de semana

sábado, 19 de septiembre de 2009

-¿y por qué tiemblas? claro que tienes miedo. estoy tan cerca que puedo olerlo, desnuda y no te atreves a tocarme, y lo peor, es que se te nota en la mirada que te mueres por hacerlo. hazlo. ¡házmelo! ¿qué puede pasar? ¿que eches el mejor polvo de tu vida? ¿que te enamores de mí? ¿que veas mi cara cuando estés en la cama con tu mujer? ¡qué te pasa! ¡haz algo! ¡cobarde! ¡ábreme de piernas o vete de aquí!
¿y qué podía hacer yo? yo nunca he sido un cobarde. me quedé, claro que lo hice.
ella en realidad, no se lo esperaba, ni yo mismo lo esperaba.
la empujé contra la pared y la agarré del cuello. los corazones se dispararon y nuestras bocas entre abiertas solo jadeaban como perros muertos de sed. sacó la lengua y la rozó por mis labios, primero tímidamente, luego se transformó en una lengua asesina. mientras yo la besaba por todas partes, ella se las arregló para dejarme sin ropa. comencé a bajar, lamiendo esa piel blanca y suave. separé sus piernas con cuidado y me acerqué. lancé mi aliento caliente y metí la lengua. invadí el clítoris y cuando estaba bien lubricado me ayudé de los dedos, para que ése ángel pudiera morir de placer. saboreé en profundidad a esa mujer, su esencia llenó mi boca como si se tratara de un elixir que me curaba cada pedazo herido de mi alma.
-¡ joder! ¡ Iván, métemela!, fóllame como nadie y como todos a la vez.