lunes, 4 de marzo de 2013


Llevas acechándome toda la cena. Eres el lobo solitario descarriado de la manada, medio hambriento y falto de cariño. No te atreves a atacar pero es lo que más deseas. En cambio, tampoco eres un cobarde, lo sé porque tus ojos arden de pasión. Sólo eres cauto, eso es. Hábil, astuto, sagaz. Casi me jadeas las palabras, me las clavas a conciencia bajo la oreja izquierda mientras hundes tu mirada en lo hondo de mi escote.
Me sigues hasta el baño – de lobo a perro faldero- me obligas a mirarte a través del espejo y a la vez me lavo los dientes; te acercas sigiloso (lobo otra vez). Me tocas con la ropa puesta. Siento tu mano quemándome a través de la camiseta mientras se desliza espalda abajo. Te acercas un poco más, y empiezas a frotar tu polla a la altura de mi culo, con la otra mano buscas mis pezones sobre el sujetador. Me sigues mirando, más hambriento que nunca, famélico de sexo, ansioso por sentir el calor que desprenden mis muslos, insaciable de mi cuello… y yo, espumeando por la boca llena de dentífrico. Te abalanzas, el cepillo se cae por alguna parte que no logro distinguir, porque para entonces estoy tan excitada que se me nublan los sentidos; me bajas las medias, me subes la falda, me inclinas con violencia sobre el lavabo y el frío del mármol se me pega en las costillas erizándome el vello del cuerpo entero, te la sacas y me follas. Sin más. Sin un “hola, quiero penetrarte”. En realidad, llevabas avisándome toda la noche, no sé cómo me atrevo a acusarte de falta de romanticismo.
Total, que ahí estamos tú y yo, haciéndolo como animales, glotón de mis besos con sabor a menta, tirándome del pelo, haciéndome temblar las rodillas y susurrándome que donde mejor me quedan las medias, son arrugadas en los tobillos.  Y no sé, si es la manera en la que te agarras a mis caderas, o la perversión de tus movimientos, quizás, tu veneración excesiva de mi clítoris, o puede que tu fetichismo por los cepillos de dientes… el caso es que me seduces de tal manera que yo… me cautivas… me corrompes… me embaucas… ¡me corro, me corro, me corro…!