sábado, 24 de abril de 2010

déjate de gilipolleces y vamos a lo que mejor sabemos hacer: follar.
nos besamos con violencia en mitad de la calle, metes las manos bajo mi ropa, has cogido tanta práctica que no sé en qué momento te deshaces del sujetador, y la vieja de siempre que sale a tirar la basura a las doce de la noche, nos mira mal y suelta la frase de 'ay, qué juventud esta'... ¡como si eso fuera a frenarnos!
y entonces perdemos la cabeza. nos apretamos uno contra el otro, te bajo la bragueta y meto la mano con total impunidad -esta es mía y la toco cuando quiero- completamente locos. tenemos el mono y necesitamos nuestra droga. dando tumbos (por el alcohol y el exceso de ganas) vamos en busca de un sitio mínimamente oculto. un fotomatón. ¿nos vale?, nos vale. ¡pues vale!, allá que nos metemos. me arrancas las bragas de golpe, espera, ¿y mis medias? por lo visto hace tiempo que las he perdido, nosotros a lo nuestro. con las piernas abiertas sobre la pantalla de la máquina y tú de rodillas con la cabeza en medio. cualquiera podría descubrir nuestra fiesta particular con sólo ladear la cortinilla -y qué-.
sin pedirme permiso, me tomas contra la pared, te comes mi aliento y mis gritos. el pelo se mete en mi boca y tú me lo sacas con los dedos y me besas por cada segundo perdido. con una pierna te envuelvo la cintura y con la otra me apoyo en el taburete, a ti se te sale medio cuerpo fuera. con esos movimientos, dudo mucho que alguien tenga que mirar para saber lo que pasa tras la tela azul.
pero serás cabrón. nunca dejarás de sorprenderme. justo antes de corrernos sacas unas monedas del pantalón y se las echas a la maquinita... para tener un recuerdo nuestro, dices...



*A Banana, quien además de cumplir años próximamente, fue quien me descubrió la doble función de los fotomatones.
¡felicidades!, te quiero.

sábado, 3 de abril de 2010

día soleado y traje de encaje con volantes. cada uva que entra en la boca, roza suavemente con los labios, es masticada con violencia y el jugo acaba derramándose sin piedad por toda mi cara.
- qué pecaminosa forma de comer tenéis, señora.- sorprendida me doy la vuelta e intento disimular tan vergonzoso espectáculo, limpiándome la boca con la manga del vestido. un apuesto caballero de barbas recortadas, camisa entreabierta y espada al cinto, me sonríe desde lejos. el caballero se acerca y me mira de frente.
- apuesto que vos sois una de esas jóvenes virginales que jadean cual perra en celo cuando pasan por un bar repleto de hombres, que duerme con camisón de cuello vuelto pero que necesita masturbarse tres veces antes de ir a la cama, por supuesto, luego se persigna y como buena amante de su religión que es, todos los domingos va a misa.
- ¡infame caballero, quién os creéis para hablarme de tan vil manera!- el caballero no perdía la sonrisa y acariciaba mi cara, al principio rehuí, pero pronto esa forma de tocarme me llenaba de una confianza inexplicable. esa delicadeza se tonraba más violenta a cada movimiento, cosa que no me disgustaba en absoluto. me abrió la boca con la mano y paseó su lengua ágil por mi boca inexperta. yo tenía los ojos cerrados, la respiración entrecortada y las pulsaciones a mil por hora, el caballero metió su nariz en mi pelo y aspirando me susurró al oído. yo podía visualizar con claridad cómo las palabras salían de su boca y se estrellaban contra mi cuello. estábamos tan juntos que era consciente de que él podía sentir mis pezones erizados clavados en su pecho, del mismo modo que yo notaba su miembro excitado apoyado en mi vientre.
- oh, señora mía, qué bien huele.
- son jazmines, caballero.- dije en un tono delirante.
- tanta ingenuidad por vuestra parte, señora, hacen que me vuelva completamente loco.- y sin más, me levantó las enaguas y comenzó a manosearme de tal forma que yo creía morirme. a los pocos minutos, ese caballero salido del infierno, sacó sus dedos de mis entrañas, tan húmedos como estaba mi entrepierna y me los mostró.
- a esto me refería señora.
- oh caballero, ¿qué me habéis hecho? ¡tanto placer ha de ser un pecado!
- no señora mía, pecado es que éste elixir maravilloso, no sea vendido en las tiendas como un manjar.- dijo aquél ser pervertido, llevándose los dedos a la boca y poniendo expresión en la cara de verdadero placer. me agarró por el cuello y me besó con fuerza para despedirse.
-¿pero cómo? ¿os vais? no podéis dejarme así, caballero, ni siquiera sé vuestro nombre, ¿cómo podré localizaros?
- bella señora, siempre que queráis saber de mí, meted un par de dedos en vuestra vagina y apareceré para complaceros. mi nombre es Lord Orgasmo.


empiezo a preocuparme por tener esta clase de sueños...