lunes, 28 de septiembre de 2009

Diana en un golpe de euforia se avalanzó sobre su amiga y sujetándola de las manos hacia atrás para que no pudiera moverse, la besaba y se movía de atrás hacia delante una y otra vez, haciendo que las dos entraran en un juego delirante. Fueron cambiando de posturas, contándose los lunares, metiendo y sacando dedos por todos lados...
Ya había pasado la tormenta pero aún seguían tan excitadas que no podían parar. Las dos metieron la cabeza en la entrepierna de la otra, propinando largos y lentos lametones, ayudándose de los dedos para llegar mejor al clítoris.
Sus orgasmos eran tan intensos que sus cuerpos temblaban al ritmo del sonido de las goteras de la casa.
El contraste de temperaturas hizo que los cristales acabaran empañados, la habitación entera olía a lujuria y ellas encontraron un pasatiempo perfecto para todos los fines de semana

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