lunes, 11 de abril de 2011

me encantan esas tardes de domingo sin nada mejor que hacer que fumar y reír, acompañados de buena música y los puntos de luz que atraviesan la persiana desde la calle. tumbados en la cama, usas mi columna de piano y sigues el ritmo marcándome la piel con los dedos y yo me estiro como un gato para evitar que se me salgan las cosquillas. me retuerzo hasta que mi espalda encaja en tu abrazo y sienta tu calor bien dentro, que me llegue a los huesos y me caliente las entrañas. el roce de los cuerpos que empezó casi sin motivo, ahora tiene hasta su propia melodía de suspiros, gemidos y los golpes sordos que hace la cama al chocar con la pared. palabras sucias al oído cargadas de ternura que me hacen salivar de ganas, mirarnos a los ojos y decirnos verdades gigantes que podrían asustar al más temerario. el ambiente huele a humo y a mis gritos de placer y a la excitación que te resbala por la carne, y no puedo hacer más que encaramarme a ti y cabalgarte, primero lento disfrutando de cada balanceo y de tu manera bonita de mirarme, y después con saña, como si emplearamos cada minuto de vida, como si nada más tuviera sentido y necesitaras estar dentro de mí tanto como respirar, como si no fuéramos a tener miedo jamás o como si fueras a quererme para siempre.

2 comentarios:

  1. Muy buen Relato, es muy gráfico y eso me gusta. Me encanto como lo describiste, es muy atrapante y agresivo al mismo tiempo.

    ¡Un saludo!

    ResponderEliminar