Apareció en el umbral de la puerta, en mitad de la noche y
empapada. Afuera diluviaba. El pelo se le pegaba en la frente y goteaba dejando
oscuras manchas deformes en la alfombra de bienvenida. La camisa ceñida por la
lluvia, mostraba sus encantos mejor que nunca.
Y aunque el rímel había emborronado sus ojos y la expresión de su cara
era de agotamiento, estaba tan atractiva como siempre.
-
¿Qué
haces aquí? Hoy es jueves, ¿no deberías estar en el trabajo?
-
Me han despedido… he tenido un día de perros.
-
Y encima tienes una pinta horrible.
-
¿Me vas a dejar pasar o me tengo que ir a casa?
-
Entra…
Olaya desapareció en la penumbra de su caótica casa, y la Rubia
despampanante y mojada se coló detrás y cerró la puerta tras de sí. Se sentó en
el sofá de terciopelo rojo medio gastado, se descalzó los zapatos y se puso a
mirar entre los miles de trastos que había en ese salón. Por primera vez en
casi un año, se dio cuenta de que a la dueña de la casa le chiflaban los cuadros
donde aparecieran árboles. Estaban por todas partes.
Olaya surgió de repente de la cocina con un par de copas en
las manos y le dio una a la Rubia.
-
En el fondo te han hecho un favor, Berti.
-
¿Qué?
-
Con lo del trabajo, digo. Te pasabas horas y
horas en ese barucho de tres al cuarto, sirviendo cafés y limpiando baños, tu
jefe no te valora, no te gusta lo que haces, y para colmo está el rarito ese
que te mira las tetas… ¡Ni siquiera está bien pagado! Era un trabajo de mierda,
y lo sabes.
-
Pues ese trabajo de mierda era lo que me daba de
comer. ¡Ya me dirás tú de qué voy a vivir ahora!
-
Te estabas estancando, Berti – le dijo mientras
se encendía un pitillo y entornaba sus ojos, ya de por sí rasgados, para evitar
que le entrara el humo en ellos. Sujetaba el cigarrillo en el borde de los
labios y aspiraba con ganas para luego soltar una bocanada espesa de color
gris. Y después sostenía el cigarro con gracia entre sus largos dedos de
pianista, mientras seguía la conversación– se suponía que era un trabajo
temporal, algo para salir del paso y después volver a lo tuyo, y ya llevas así cuatro
años.
-
¿Lo mío? ¿y qué es lo mío?
-
Ya sabes de lo que hablo. La pintura.
-
¡Cállate ya y ponme otra copa! Si quisiera
escuchar un sermón habría ido a la iglesia… o a ver a mi madre… No, no vengo
aquí para eso.
-
¿Y entonces a qué vienes?
Berti empezó a desabotonarse la camisa lentamente mientras
miraba a los ojos a Olaya, y se chupaba los labios con sabor a vino. El pelo aún húmedo colgaba de sus hombros y
comenzó a acariciarse el pecho, pidiendo a gritos sin palabras, lo que más le
gustaba. Olaya se abalanzó sobre
ella. Mordisqueó primero sus orejas y
después se abrió camino a besos y lengüetazos a lo largo de su cuello. La Rubia
gemía suave y Olaya ya sentía el calor de la excitación entre sus piernas. Sin
poder resistirse más, agarró con fuerza sus tetas, bajó la cabeza a la misma
altura, y mientras las manoseaba con nerviosismo y devoción, intentaba meterlas
enteras en su boca. Tarea imposible,
pues las tetas de la Rubia eran considerablemente grandes. Berti gemía cada vez más y más fuerte. Su
cuerpo grande y perfecto reposaba atravesado en el sofá; con una mano se
masturbaba mientras con la otra, agarraba la cabeza de su amante para apretarla
más contra su pecho. Y entonces, Olaya
se subió la falda, se bajó las bragas y se sentó sobre la cara de la Rubia al
mismo tiempo que inclinaba su cuerpo para colocar su cabeza entre las piernas
de ella. Olaya se movía arriba y abajo, se
frotaba contra la boca deliciosa y caliente de la Valquiria, y a la vez ella se
la follaba con su lengua y con los dedos.
Y así, entre gemidos escandalosos de placer y con un
pecaminoso sesenta y nueve, llegaron las dos al orgasmo al mismo tiempo. Se tumbaron perturbadas en el sofá, con las
caras humedecidas y los cuerpos traspirados intentando recobrar sentido de todo
lo que estaba pasando. Berti se vistió
rápidamente, se ordenó el pelo y apuró la copa de un trago.
-
¿… Ya te marchas?
-
Sí, es tarde.
-
Podrías quedarte a dormir aquí, si tú quieres…
-
… Es mejor que no, sabes que me gusta dormir en
mi cama. Además, mañana tengo que madrugar.
-
¿Y qué vas a hacer? ¿Ir a trabajar?- preguntó
Olaya socarrona mientras se levantaba del sofá y le daba la espalda para
marcharse del salón, mostrando su culo respingón por encima de la falda que aún
llevaba puesta.
-
Mañana empiezo a pintar árboles.
he regresado!
ResponderEliminarhola chica pirata! tanto tiempoooo Espero que andes bien y te acuerdes de mi
ResponderEliminarbss
hola chica pirata! tanto tiempoooo Espero que andes bien y te acuerdes de mi
ResponderEliminarbss